El Anillo. Cuentos para reflexionar.
El verdadero valor del anillo - Jorge Bucay
Cuando
iba a la universidad una buena amiga me dedicó este cuento, ahora se lo
dedico yo a ella, y a todos vosotros. Porque estos cuentos con moraleja
siempre son extrapolables a nuestra vida opositoril que que muchas
ocasiones merma nuestra autoestima. Espero que os guste.
"Habíamos
estado hablando sobre la necesidad de reconocimiento y valoración.
Jorge me había explicado la teoría de Maslow sobre las necesidades
crecientes. Todos necesitamos el respeto y la estima del
afuera para poder construir nuestra autoestima.Yo me quejaba por
entonces de no recibir la aceptación franca de mis padres, de no ser el
compañero elegido de mis amigos, de no poder lograr el reconocimiento en
mi trabajo.
—Hay
una vieja historia— dijo el gordo, mientras me pasaba la pava para que
yo cebara— de un joven que concurrió a un sabio en busca de ayuda. Su
problema me hace acordar al tuyo.
—Vengo,
maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer
nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y
bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me
valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
—Cuánto
lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio
problema. Quizás después... –y haciendo una pausa agregó— Si quisieras
ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después
tal vez te pueda ayudar.
—E... encantado, maestro –titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
—Bien –asintió el maestro. Se quitó un
anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo
al muchacho, agregó –toma el caballo que está allí afuera y cabalga
hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una
deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no
aceptes menos de una moneda de oro. Vete antes y regresa con esa moneda
lo más rápido que puedas..El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer al anillo a los mercaderes.Estos
lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía
por el anillo.Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos
reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable
como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era
muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar,
alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el
joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y
rechazó la oferta.Después de ofrecer su joya a toda persona que se
cruzaba en el mercado –más de cien personas— y abatido por su fracaso,
montó su caballo y regresó.Cuánto hubiera deseado el joven tener él
mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro
para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y
ayuda. Entró en la habitación.
—Maestro
–dijo— lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás
pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda
engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
—Qué
importante lo que dijiste, joven amigo –contestó sonriente el maestro—.
Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y
vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras
vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo
que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
—Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
¡¿58 monedas?! –exclamó el joven.
—Sí
–replicó el joyero— Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca
de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente....El joven corrió
emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
—Siéntate
–dijo el maestro después de escucharlo—. Tú eres como este anillo: una
joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente
un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra
tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda."