La tronera.21/12/2.015
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LA VIDA no es un problema ni una adivinanza. Hay que lanzarse a ella sin prejuicios, sin enmarcarla en patrones aprendidos, sin condicionamientos heredados: inaugurando una vía personal; levantando barreras de quien no sabe abandonarse a ellas. Como un vino que hay que beber; como una música que hay que escuchar; y abrazarla como único tesoro, con manos ávidas y el corazón de par en par. No es una felicidad ni una desgracia: es una posibilidad maravillosa. Cumplirla es la responsabilidad de cada uno. Los tontos no saben qué hacer con su regalo: piden un libro de instrucciones. No; la vida y el mundo y la visión del mundo no requieren prudencia, sino audacia. Lo aconsejable es permitirse todo: la vida es un permiso. Hay que ejercerla apasionada e intensamente. Si algo está prohibido, ya vendrán a advertírnoslo. No diría yo: "Piensa antes de saltar"; diría: "Salta, ya tendrás tiempo para pensar después". La vida hay que disfrutarla sin ninguna obsesión: la risa y el llanto son dos caminos para adentrarse en ella. Envejecer lo hace cualquiera: basta sentarse; crecer es más costoso. Hay que hacerlo hacia las raíces de la vida, que están dentro de nosotros, y fundirse con ella, con el principio de ella...
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