sábado, 6 de diciembre de 2008
EL CHAPUZÓN MAS DESEADO.
(Caricatura de José Manuel realizada en el año 2003 por Manolo Galey, antiguo alumno de nuestro Colegio)
Hace ya varios años de esto. Era la época en la que todo el colegio, niños, padres, profesores, durante la Semana Cultural, realizábamos una actividad consistente en marcharnos un día a conocer distintos lugares de la provincia de Sevilla o sus alrededores.
Ese día, cuatro, cinco, seis o siete autobuses salían con dirección a los Pueblos Blancos, a la Sierra Norte, al Torcal de Antequera o a cualquier destino que nos permitiera conocer otros lugares y proporcionarnos una nueva oportunidad para convivir juntos padres,alumnos y profesores.
Uno de esos años la ruta elegída fue la de los Lugares Colombinos y tras visitar Palos y el monasterio de La Rábida decidimos pasar el resto del día en Punta Umbría y más concretamente en la playa de la Bota.
No recuerdo muy bien la hora de llegada, pero sí cómo fue esta llegada.
Cuatro o cinco autobuses que al abrir sus puertas descargaron en esa inmensa playa una marea de chiquillos riendo, corriendo, gritando, deseando llegar a la orilla del mar y un grupo de adultos tratando de poner orden en esa marabunta.
Hasta aquí, todo normal y dentro de lo previsible, pero lo no previsto, por muy buena organización que se tuviera, fue que al llegar, en medio de esa playa solitaria, hubiese una persona dormida boca abajo y con un sombrero puesto en la cabeza como única prenda de vestir.
Al descubrirlo los niños el revuelo fue inmenso, risas nerviosas, miradas discretas y no tan discretas y a pesar de nuestros esfuerzos por normalizar la situación la cascada de anecdotas se fueron sucediendo durante las dos o tres horas que estuvimos allí.
No sabría decir quién se llevó la mayor sorpresa, si nosotros al encontrarlo en esa situación o él al vernos llegar y sin saber como reaccionar. Lo cierto y constatable fue que aquel hombre no movió ni un músculo para cambiar de postura durante todo el tiempo que permanecimos en la playa.
El sol pegaba fuerte, su cuerpo cada vez estaba más rojo, los niños no dejaban de mirarlo y hacer bromas, las familias no podía desimular sus risas por la embarazosa situación y este hombre inmutable haciéndose el dormido.
Cuando llegó la hora de irnos, tras subirnos a los autobuses, vi por la ventanilla la figura de alguien que tambaleándose, quemado y seguramente maldiciendo su suerte y la hora en que decidío ese día ir a la playa para hacer nudismo, se dirigía al mar para darse el chapuzón más refrescante y deseado de toda su vida.
José Manuel.
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