La hora del hemisferio derecho
Borja Vilaseca. Ilustración: Miguel Ordónez.
El País 16.2.2012
Para afrontar el nuevo mundo necesitamos explorar nuestra parte más emotiva y creativa.
La educación tradicional ha fomentado el pensamiento lógico y racional frente a la intuición.
Cada hemisferio del cerebro procesa la información de forma distinta: el izquierdo busca certezas; el derecho, nos conecta con la dimensión más inmaterial y espiritual.
“Lo esencial es invisible
a los ojos; tan solo puede verse con el corazón”
(Antoine de Saint-Exupéry)
a los ojos; tan solo puede verse con el corazón”
(Antoine de Saint-Exupéry)
Puede que nos hayamos olvidado, pero todos hemos sido niños. Por
aquel entonces, veíamos la vida con asombro y la disfrutábamos jugando
con la imaginación. Pero tarde o temprano nuestras ilusiones chocaron
contra el muro que los adultos llaman “realidad”, que comenzamos a
construir al iniciar nuestra andadura académica y profesional. ¿Cuántas
veces nos han dicho que no podemos ganarnos la vida haciendo lo que nos
gusta? De tanto oírlo, la mayoría nos lo terminamos creyendo, dejando
nuestros sueños de lado.
Pero si cada uno de nosotros nace con un potencial, con un talento y
con una misión determinados, ¿por qué en general nos dedicamos a
profesiones que poco o nada tienen que ver con nuestros verdaderos
valores? La respuesta se encuentra en nuestro cerebro. Este órgano está
dividido en dos: el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho.
Curiosamente, cada hemisferio procesa la información que recibe del
exterior de forma distinta. Cada uno está relacionado con áreas y
funciones diferentes. Podría decirse que ambos cuentan con su propia
personalidad.
Este hemisferio busca certezas y solamente se fija en la dimensión
física, cuantitativa, tangible y material de las cosas. Y le cuesta
mucho percibir los infinitos matices grises que se encuentran entre los
extremos blanco y negro. El hemisferio izquierdo solo considera válida
aquella información que pueda demostrarse a través de hechos
irrefutables, resultados medibles y datos estadísticos.
El hemisferio derecho, por otra parte, está más vinculado con la
experiencia cenestésica y sensorial de todo aquello que sabemos que no
puede expresarse con palabras, y que no por ello es menos real. Nos
brinda la habilidad de interpretar señales, signos y metáforas, así como
la capacidad de soñar y de comprender el significado oculto de las
cosas. Este hemisferio nos conecta con la dimensión emocional y
espiritual de nuestra condición humana; nos permite sentir la parte
cualitativa, intangible e inmaterial de las cosas. Es el más artístico,
original y rebelde de los dos; le gusta salirse de la norma e ir más
allá de lo socialmente establecido. No tiene sentido del tiempo y está
totalmente centrado y arraigado en el momento presente.
Es experto en relacionarse con los demás. Destaca por su empatía, su
compasión y su destreza para detectar los aspectos no verbales de la
comunicación. Se le dan muy bien la percepción espacial, el movimiento y
la orientación. Tiene una visión holística de la realidad,
concibiéndola como una unidad donde todo está integrado e
interconectado. Entre otros dones, el hemisferio derecho nos permite
desarrollar la intuición, la imaginación, la innovación y el pensamiento
creativo; tiene facilidad para visualizar ideas e inventar cosas que no
existían y que aparentemente no eran posibles. Y en definitiva, nos
nutre de confianza para atrevernos a seguir nuestra propia voz interior
y, en consecuencia, recorrer nuestro propio camino.
Los neurólogos han descubierto que ambos hemisferios actúan a la vez.
Los dos presentan cierta actividad neuronal –en mayor o menor medida–,
independientemente del tipo de tareas que llevemos a cabo. Ninguno de
los dos es más importante que el otro; más bien son complementarios. Hoy
por hoy, la mayoría de nosotros estamos tiranizados por el hemisferio
izquierdo, y es esta descompensación con nuestro hemisferio derecho lo
que impide que muchos conozcamos la forma de cultivar la intuición y la
creatividad necesarias para reinventarnos profesionalmente.
El hemisferio izquierdo del cerebro sigue siendo el único
protagonista en las aulas. La inteligencia y el valor de las nuevas
generaciones se siguen midiendo con la puntuación que los estudiantes
sacan en los exámenes, colegios, institutos o universidades. Y es que
seguimos creyendo que el pensamiento lógico y el conocimiento racional
son superiores a la intuición, la imaginación y la creatividad.
Tal como explica el experto en educación, talento y creatividad Ken Robinson,
los actuales test miden cierto tipo de inteligencia, pero dejan de lado
muchos aspectos y cualidades de la misma. Hay tantas maneras de
expresar la inteligencia como seres humanos hay en este mundo. Eso sí,
todas ellas van de la mano de la creatividad. Y al igual que la
capacidad de razonar nos viene de serie, el pensamiento creativo es
inherente a nuestra condición humana.
Si bien las habilidades del hemisferio izquierdo nos han dado buenos
resultados a lo largo de la era industrial, para la era del conocimiento
que está emergiendo ya no van a ser suficientes. Ha llegado la hora de
potenciar nuestro hemisferio derecho y promover un sano equilibrio entre
ambos. Para lograrlo, el reto es descubrir un medio profesional para
canalizar todo el potencial innato que reside en nuestro interior. De
pronto encontramos la manera de conjugar una serie de elementos que
antaño parecían contradictorios e incompatibles, como por ejemplo la
pasión con la profesión o la vocación con el dinero. El quid de la
cuestión es si somos lo suficientemente valientes como para escuchar lo
que sentimos en nuestro corazón.
La inteligencia y la creatividad de cada persona son tan singulares comosu huella dactilar”
(Ken Robinson)
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