Arteriosclerosis
La Educación a debate.
José M. Pérez Jiménez/
/
Pedro E. García Ballesteros
LA
arteriosclerosis consiste en un endurecimiento de las paredes arteriales
por acumulación de grasas u otras sustancias. Dicho endurecimiento
provoca una reducción o incluso llega a impedir la circulación sanguínea
con fatales consecuencias. Usaremos esta metáfora para caracterizar la
situación política y social española y andaluza, que presenta una
"arteriosclerosis" galopante y peligrosa.
La situación económica, educativa y cultural deberían tener a
las personas en ebullición, no sólo por la defensa de sus derechos, sino
también por la necesaria búsqueda de nuevas formas de participación y
acción. Al menos, explorando formas creativas de actuación y afrontando
el cambio cultural que, sin duda, se está produciendo en el mundo. Más
bien al contrario, se observa un aletargamiento general, justificado con
razones varias como la decepción, el desencanto, el desengaño,
abundantes razones que no discutimos, pero que nos conducen al lugar de
siempre; al refugio de la vida privada, a la ausencia de autocrítica y a
la protección de un engañoso saber vivir, tópico ampliamente
defendido en las regiones del sur. Arteriosclerosis social vestida de
senequismo rancio y huero esteticismo barroco que podría inspirar, como
ya lo hizo en su día, a nuestro querido Antonio Machado.
A todo lo anterior se unen, como causa y consecuencia, regímenes
políticos que o bien por su larga estancia en el poder, o porque
pretenden reverdecer principios añejos que sólo procuran mantener
privilegios de clase, llevan o a un cansado tacticismo para mantenerse, o
a implantar políticas que por retrógradas e injustas, nos pueden llevar
al abismo. En definitiva, gestores de nuestros bienes que, en unos
casos, eluden o no saben afrontar los problemas, o bien pretenden
retroceder al pasado.
El rey va desnudo y en muletas y nuestras instituciones se
asfixian porque la sangre no circula y su necrosis les impide estar a la
altura, ya que se han acostumbrado a que lo único que da réditos es no
hacer nada o hacer aquello que responde a los intereses de unos pocos,
ponerse de perfil y que no se note su presencia o defender, con descaro,
a los privilegiados.
Tenemos problemas históricos, pero también tenemos respuestas a
los mismos que han demostrado su fracaso y de las que no se han extraído
consecuencias, lo que da a entender ineptitud o irreflexión. Se huye
hacia adelante, que es la mejor forma de quedarse en el mismo sitio.
Pongamos dos ejemplos del campo de la Educación, del que tenemos más y
mejor información, uno del ámbito español y otro del andaluz, para
ilustrar lo que decimos. En el primer caso, se pretende reformar el
sistema educativo, para vencer los males que le aquejan, altas tasas de
abandono o bajo rendimiento del alumnado, y se adoptan medidas como
adelantar la segregación temprana de los alumnos sin complementarlas con
los apoyos necesarios, se dota de un nuevo estatus a la materia de
Religión o se amplían las coberturas de los centros privados, unido a la
disminución de las ayudas o becas. Sin embargo, nada para afrontar las
importantes dificultades que ya aparecen en Primaria o para resolver los
procelosos primeros cursos de la Secundaria. Todos los organismos
internacionales nos dicen que la formación del profesorado es una de las
claves. ¿Se afronta una reforma seria de este aspecto? Afirmamos que
no. En suma, una reforma para intereses no pronunciados y para la
recuperación de esquemas añejos.
En el caso de Andalucía, cualquiera que investigue sobre los
resultados académicos de los alumnos de Primaria y Secundaria observará
que los actuales son iguales, con pequeñísimas diferencias, que los de
hace diez o quince años, es decir, nos encontramos con el mismo perfil.
No es esto lo peor, sino que propuestas adecuadas, realizadas en su
momento, entre otros, por la inspección educativa, no sólo no fueron
tenidas en cuenta, sino que se adoptaron medidas contrarias. Por
ejemplo, la promulgación compulsiva de un número incalculable de normas
que lejos de regular para mejorar ha llevado al desconcierto y ha creado
una sensación de inseguridad jurídica galopante. Como si se tuviera que
ofrecer un permanente retablo de las maravillas para mantenerse.
Cuando en el cuerpo el endurecimiento de las paredes arteriales
obstruye totalmente la circulación de la sangre, ya sabemos lo que
ocurre. Pero no tiene por qué acontecer lo mismo con las sociedades, ya
que éstas pueden seguir viviendo en una especie de caverna cuyas
sombras, creadas y manejadas por otros, confundirán con la realidad. Los
que provocan las oscuridades son responsables, con nombres y apellidos,
pero los pueblos también, por confundir su arteriosclerosis con el buen
estado de salud.
FUENTE: